Cuando gotas del cielo caen sobre mis manos, o cuando siento el sonido de la lluvia tocar el suelo, llevándose en alguna manera todo lo que tocó en su camino, quizás una rosa, quizás la cara de una joven enamorada (cómo yo? quizás!), quizás simplemente siendo arrastrada por la brisa de un suave viento a un destino desconocido.
La lluvia muchas veces se torna una fiel compañera a nuestra melancolía, parece que sintiera con la misma pasión que lo hace nuestro corazón, parece ser la única que entiende ese deseo de llegar a un lugar lejano y simplemente fluir, dejarse llevar por una fuerza mayor a ti que te sorprenda con el resultado final, quizás una tormenta aún mas fuerte, quizás la dispersión de las nubes, quizás la belleza que trae un arcoiris con los rayos de sol que vuelven a iluminar la vida de esperanza.
Para mi la lluvia son las lagrimas del cielo, pueden ser lagrimas de alegría como muchas veces yo misma derramé por cosas o eventos que las palabras no podían expresar, o también lagrimas de tristeza que son soltadas para limpiar y liberarse de la angustia o desesperación que ciertos hechos suelen desatar, de los cuales algunos hasta pueden ser provocados por nosotros mismos.
Sea como sea, esta lluvia muchas veces odiada, trae paz a nuestra alma, o al menos, así lo hace para mi.